“Las mujeres sembramos el alimento del mundo” 

Manifiesto de las mujeres rurales de Guayas y Manabí 

Las mujeres rurales organizadas, hemos ido, gradualmente, reconociendo nuestros derechos, así como las violencias, opresiones, explotaciones y discriminaciones que envuelven nuestras vidas. 

Aunque somos las mujeres rurales, las primeras en levantarnos y las últimas en acostarnos, porque nuestras condiciones de trabajo son extremas, con dos o hasta tres extensas jornadas laborales que, en muchas ocasiones, no son reconocidas como un trabajo remunerado debido a los estereotipos de género en los trabajos de cuidado y reproductivos asignados históricamente a las mujeres desde niñas. 

Las mujeres rurales y campesinas, vivimos en lugares absolutamente abandonados y olvidados por los Gobiernos de turno; sin vías de acceso, sin educación de calidad, sin un centro de salud cercano que nos auxilie, sin acceso a internet, sin espacios de protección frente a la violencia, sin espacios de recreación, sin cuidados, aunque el campo no ha parado de producir ni siquiera durante la pandemia.  

Las mujeres rurales y campesinas somos parte indispensable de la cadena de producción y abrigamos una sabiduría popular y ancestral, que debe ser considerada en la formulación e implementación de políticas públicas y en cargos de responsabilidad que lamentablemente del medio rural es injustamente escasa.  

Las mujeres rurales y campesinas, carecemos de oportunidades que tienen las mujeres de trabajar por cuenta ajena en las ciudades, de estudiar una carrera profesional, por lo que la mayoría debemos autogestionar su futuro laboral emprendiendo su propio proyecto. Para ello, las emprendedoras rurales necesitamos conectarnos con el mundo en las mismas condiciones que la población urbana. Sin embargo, existe una brecha educativa y digital entre el mundo rural y el urbano.  

La violencia de género, el control físico y mental de las mujeres por parte de los hombres, supone la limitación no solo de su seguridad, sino también de su libertad, que nos afecta a mas del 53% de las mujeres rurales, además de carecer de mecanismos de protección, atención especializada y de una respuesta judicial oportuna y no revictimizarte. 

Las mujeres rurales, sufrimos problemas particulares, por eso demandamos: 

  1. Medidas para aliviar la carga del cuidado y redistribuirla entre mujeres y hombres.  
  1. Reconocimiento y valoración del trabajo doméstico y de cuidados productivo y no remunerado de las mujeres. 
  1. Acceso a la educación. 
  1. Igualdad en el acceso a la tierra. 
  1. Acceso a tecnologías y recursos productivos. 
  1. Aumento de la seguridad física y psicológica. 
  1. Eliminar y prohibir todas las formas de discriminación en relación con el derecho a la tierra, incluidas las motivadas por un cambio de estado civil o por la falta de capacidad jurídica o de acceso a los recursos económicos. 
  1. La protección y cumplimiento  de nuestro derecho a medios de subsistencia adecuados y facilitar el acceso a infraestructura suficiente, y servicios básico accesibles y de calidad;  herramientas de trabajo  y apertura de mercados para nuestros productos a precios justos sin la cadena explotadora de intermediarios, con precios que nos permitan, alcanzar un nivel de vida digna y adecuado. 

Las mujeres rurales, Organizadas, existimos y resistimos.

Luchamos en defensa de nuestros derechos a la titularidad de la tierra en la que trabajamos, lo que nos permitirá avanzar hacia la autonomía económica, continuaremos en la lucha, para alcanzar la igualdad de oportunidades y el ejercicio pleno de sus derechos, sin discriminación y con una vida digna y que nos cobije una sociedad justa, igualitaria y solidaria.