Un Proceso de Formación para Formadores
El CEPAM Guayaquil en alianza con UNFPA, lanza una iniciativa junto Ministerio de Salud Pública, para mejorar la atención a sobrevivientes de violencia sexual en las provincias de Esmeraldas, Manabí, El Oro y Guayas.

El fortalecimiento de los servicios de atención para sobrevivientes de violencia sexual es crucial para garantizar una respuesta efectiva y humanitaria ante estas situaciones de extrema vulnerabilidad. Con este propósito y en alianza con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Ministerio de Salud Pública (MSP), ejecutamos un proceso formativo dirigido a capacitar a formadores en el manejo clínico de la violencia sexual.

Este programa se enmarca en el proyecto “Fortalecimiento de los servicios de violencia que salvan vidas” y tiene como objetivo central la mejora de los servicios de primera atención y las salas de primera acogida en las provincias de Esmeraldas, Manabí, El Oro y Guayas.

La formación, basada en la Norma Técnica de Atención Integral a Víctimas de Violencia Basada en Género y Graves Violaciones de Derechos Humanos (2019) y los estándares internacionales de atención a sobrevivientes de violencia basada en género (VBG), ofrece herramientas conceptuales, metodológicas y operativas esenciales para el manejo clínico de la violencia sexual.

El proceso formativo está dirigido a un amplio espectro de profesionales de la salud, incluyendo médicos, enfermeras, obstetras, psicólogos, y trabajadoras sociales que están en primera línea de atención en los servicios del MSP. Además, se enfoca en aquellos responsables de la calidad de los servicios a nivel nacional, zonal, distrital, y en los establecimientos de salud que brindan atención a sobrevivientes de violencia sexual.

Con enfoque transformador de género, este esfuerzo subraya la importancia de contar con profesionales capacitados, motivados y preparados para formar a otros, asegurando así que la atención que se brinda esté en consonancia con las normativas y estándares más avanzados, y con un enfoque de género y derechos humanos.

Este proceso no solo refuerza las competencias técnicas, sino que también fomenta una mayor sensibilidad y comprensión del contexto social y emocional en el que se produce la violencia sexual, garantizando que la respuesta de los servicios de salud sea integral y centrada en las necesidades de las personas sobrevivientes.